La esposa del intensivista, emociones y sentimientos.
Emociones y sentimientos en la pandemia
Emociones y sentimientos propios de una esposa de intensivista me animaron a escribir esta columna, pensando en que las familias del personal de salud podrían tener estas y otras emociones.
Considero que en esta época de pandemia este mensaje puede ser una voz de aliento para ellos.
Este texto no es solo para las esposas de los médicos intensivistas, es un reconocimiento a esposas, esposos, hijos y familias del personal sanitario.
Ello son un maravilloso pilar para el desarrollo de su vocación, a través del soporte, amor, comprensión y sacrificio.
Es el soporte familiar lo que permite que día a día nuestro personal sanitario salga a cumplir su misión de vida, con vocación, amor, calidez, rigor técnico, calidad humana, para el beneficio de los pacientes.
Cómo lo vive la esposa de un intensivista
Desde hace más de diez meses, venimos aprendiendo de esta nueva enfermedad, de su comportamiento errático, impredecible, de no entender los desenlaces.
El personal de salud ha dado lo mejor de cada uno de ellos al servicio de la humanidad, algunos hasta la vida misma.
Esta enfermedad ha dejado grandes tristezas en familias de grandes amigos y ha llevado grandes alegrías a otras con el retorno de su ser querido.
Seguimos aprendiendo e investigando sobre esta enfermedad y sus secuelas, buscando siempre los mejores desenlaces para los pacientes.
Son tiempos de grandes retos, de encrucijadas y temores, de preocupaciones e incertidumbre, pero sobre todo, tiempos de gran esperanza, confianza y fe en Dios.
Tiempos en los que una sonrisa, la voz del amigo y del hermano recobran un valor inimaginable, tiempos que nos hacen más sensibles y nos invitan a vivir.
¡A vivir, si!. A eso, a vivir y disfrutar cada día sin afán, disfrutando cada instante, cada sensación, cada emoción; cada caricia, la brisa, el sol, la naturaleza, la lluvia, el leer despacio y sin prisa.
Valorar la cercanía del otro; hemos aprendido a divertirnos y disfrutar las pequeñas, simples y sencillas cosas de la vida cotidiana.
Me hace falta un abrazo
Hace más de once meses no tengo el abrazo de un hijo y hace nueve meses no disfruto el abrazo de mi madre, mis hermanos y sobrinos.
Como esposa de médico intensivista, todos los días le pido a Dios por nuestra familia, el personal que trabaja en clínicas y hospitales, y sus familias.
Tengo mi fe puesta en Dios quien nos sostiene, nos da la fortaleza, sabiduría y discernimiento.
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